

Tai chi chuan
Tai Chi Chuan
El Arte Supremo
Estamos ante un arte milenario que guarda un legado antiguo y sagrado.
La forma física:
Movimiento, equilibrio, presencia
Tai Chi Chuan es la expresión suprema de la forma: un movimiento que integra lo físico, mental y espiritual. A simple vista, puede parecer que el practicante se desplaza lentamente, con gestos suaves que recuerdan expresiones marciales, pero sin intención literal de golpear o atacar.
Sin embargo, al observar con mayor profundidad, se percibe una danza de armonía interna:
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No hay interrupciones entre movimientos.
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Se mantiene una altura constante y controlada.
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Cada desplazamiento es equilibrado hacia adelante y hacia atrás.
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Todo parte del centro de gravedad del practicante, generando un fluir desde el eje interno.
Estos gestos, que parecen lentos y suaves, están impregnados de fuerza consciente y autocontrol. El objetivo no es atacar, sino expresarse en equilibrio.
La forma mental:
Calmar la mente, integrar el cuerpo
Aquí comienza un viaje hacia el interior. El Tai Chi Chuan obliga a detener el ritmo agitado de la vida cotidiana. La práctica nos enfrenta, primero, con nuestra ansiedad.
Los primeros meses, mantener un gesto lento puede resultar desesperante.
Sin embargo, poco a poco, se van incorporando enseñanzas “en las sombras”:
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Flexibilidad
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Serenidad
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Equilibrio
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Estabilidad desde el centro
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Movimiento consciente
Estos elementos, con el tiempo, se integran a la psique. Lo que al principio fue lucha, se convierte en integración.
La forma espiritual:
El fluir entre los opuestos
Sin necesidad de religiones ni dogmas, la espiritualidad del Tai Chi Chuan se basa en vivenciar el equilibrio entre el Yin y el Yang.
Es comprender que todo en el universo está en un fluir constante de energías complementarias.
No hay absolutos, solo transformación y movimiento. Esto es Tao.
A medida que el practicante avanza, este entendimiento se traslada a la vida cotidiana. La práctica deja de estar solo en el cuerpo, y comienza a vivirse en la forma de estar en el mundo:
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Se vuelve consciente del viento, de las estaciones, de los ciclos solares y planetarios.
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Escucha el pulso del planeta y de la galaxia.
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Reconoce el camino de retorno a la unidad de donde todo proviene.
El Tai Chi Chuan, entonces, se vuelve una forma de vivir, de vincularse con uno mismo, con los otros y con el cosmos.